Estimados navegantes, continuamos con la aventura del Abecedario de Empresa Familiar.
Envidia
Según la Real Academia Española (RAE), Envidia, deriva del latín invidia, y lo define como tristeza o pesar del bien ajeno. Emulación, deseo de algo que no se posee. Para clarificar, emulación significa el deseo intenso de imitar e incluso superar las acciones ajenas.
Desde la mirada psicológica, el término Envidia se refiere al sentimiento de enojo con otra persona que posee y disfruta de algo deseable, a menudo acompañado por un impulso de tomarlo (Melanie Klein). La envidia implica desear algo que tienen otros, capacidades intelectuales, habilidades, dinero, belleza, poder o posesiones que al no poder conseguirlo ocasiona una profunda alteración emocional, tristeza, ira…
Las personas que experimentan la envidia se forman las expectativas de que se cometen injusticias hacia ellos por considerar que el éxito, los bienes o las cualidades del envidiado deberían ser suyos.
Para muchos autores, la envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.
La envidia es uno de los sentimientos más dañinos del entorno profesional puesto que el compañerismo es real cuando una persona se alegra por los éxitos que suceden a los demás. Por el contrario, la envidia muestra el disgusto y la tristeza que siente aquel que vive el brillo ajeno como una amenaza para su propia excelencia personal.
Desde el Coaching Ontológico, la envidia aparece cuando reaccionamos con rabia ante alguien que percibimos que nos supera en algo. Y, está muy relacionado con nuestra propia inseguridad.
Nuestro segundo principio ontológico dice: “No sólo actuamos de acuerdo a como somos (y lo hacemos), también somos de acuerdo a como actuamos. La acción genera SER. Uno deviene de acuerdo a lo que hace”.
Este principio plantea la relación entre el ser y la acción. La acción genera ser, mediante el hacer, generamos el ser deseado. Nuestras acciones no sólo se revelan como somos, también nos permiten transformarnos, ser diferentes, devenir en un nuevo ser.
“Quién nunca cambia sus opiniones, vive en aguas estancadas en los que crecerán reptiles” (William Blake)
¿Qué acciones elijo para entregar la mejor versión de mi ser al mundo? ¿Qué acciones elijo llevar a cabo ahora?
Es evidente que el coaching ontológico es una herramienta poderosísima para disolver la envidia. ¿Pero, cómo lo hacemos?
1.- Inicia tu viaje introspectivo, un proceso de trabajo para tu autoconocimiento, aceptando tus fortalezas y debilidades, con el deseo de mirarte al espejo, y encontrar las respuestas adecuadas. Lo que deseo lograr para mí.
2.- Desafía a tu observador
Hazte preguntas que pongan en tela de juicio el supuesto que no puedes lograr aquello que deseas y deja de creerte que la vida del otro es perfecta y la tuya un desastre, todos tenemos nuestros propios aprendizajes. Cuestiónate: ¿Qué pasaría si realmente me lo propusiera?
3.- Conviértete en el foco de comparación
Compárate contigo mismo de forma positiva, de este modo, se estimula el aprendizaje y se alimenta la autoestima.
4.- Sé consciente de tus fortalezas y revisa tus estándares
Si nos reconocemos capaces y miramos nuestros logros, generaremos un estado de ánimo que nos permita declararnos aprendices de la vida, aprender del otro y del mundo que nos rodea.
Pero, ¿Qué ocurre en las empresas familiares?
En primer lugar, en el ámbito propiamente familiar, la existencia de dos células cancerígenas que tienen su origen en el arraigo afectivo de las familias empresarias (los 7 primeros años de la vida en el hábitat familiar): Comparar, siempre es tóxica ya que cada ser humano es único e irrepetible, y Competir, se orienta la energía hacia el lugar equivocado, ya que solo se tiene un único objetivo: ganar. Es frecuente que se de entre hermanos, e incluso entre padres e hijos.
Cuando estas células empiezan a germinar en las familias, es absolutamente crítico, detectarlas y trabajar inmediatamente para su disolución, es más, sugiero humildemente que los padres pidan asesoramiento e incluso ayuda profesional para eliminarlas.
Es muy importante, y lo repito, por mi propia experiencia personal. Si no se resuelve adecuadamente en la infancia y/o adolescencia, vamos a tener serios problemas. Uno de ellos, y que se manifiesta con claridad es la envidia tóxica.
La envidia tóxica provoca sufrimiento y el de las personas que nos rodean y nos quieren. Es una emoción que impide celebrar el éxito de los demás. Además, la envidia tóxica te lleva a un camino de amargura porque eres incapaz de tolerar que al otro le vaya bien.
En segundo lugar, en el ámbito meramente empresarial, existen las siguientes causas que originan la envidia:
- Favoritismo: Cuando los empleados observan diferencias visibles en el trato recibido por parte de la organización; cuando muchos de ellos se sienten en un segundo plano frente al protagonismo frecuente de uno o varios compañeros; exigencia en el cumplimiento de las normas y valores de la organización y que se incumplen repetidamente por los familiares que trabajan en la empresa, entonces, este trato desigual debe ser corregido inmediatamente, de lo contrario se genera un ambiente laboral tóxico y un nido de resignación y envidias personales.
- Carencias internas en los familiares y/o en los trabajadores: Una baja autoestimaeleva el riesgo de sufrir envidia en algún momento de la carrera profesional porque el afectado se compara constantemente con los demás. La envidia es una consecuencia de esta tendencia a la comparación.
- Ausencia de trabajo en equipo:Un grupo de personas no constituye por sí mismo un equipo. Cuando en una empresa existe un ambiente de individualismo y rivalidad frente al otro, mientras que un entorno humano impulsa a sus integrantes a dar lo mejor de sí mismos, por el contrario, un entorno marcado por estos vampiros emocionales produce el efecto contrario.
- La necesidad de sentirse superior a los demás: Porque soy de la familia, tengo que ser mejor, es una enfermedad, porque en la vida siempre andan a la carrera y sin aliento, nada disfrutan y nada les llena ni satisface porque siempre encuentran que los demás son mejores o tienen más éxito.
Experiencias Vividas:
Una vez más y, soy consciente que me repito, pero es esencial que interioricemos la importancia del arraigo afectivo en las empresas familiares.
La mejor experiencia vivida, es la mía propia. Cómo ya indiqué en el capitulo introductorio del Abecedario de la Empresa Familiar, soy hijo de empresario y desde muy pequeño he vivido los sinsabores de la empresa familiar. Tengo un hermano que es resultado de los celos y la envidia, se ha convertido en una persona Querofóbica, (que ya profundizaremos en su capitulo correspondiente) y acusador resentido.
Su vida es una gran mentira, se instala en la miseria y la cobardía, no tiene la valentía de asumir las consecuencias de sus decisiones, creándose un odio en su interior que le hace sentirse muy mal y le ha convertido en una persona despreciable, pero que a mí personalmente, lo que me produce es pena.
Nuestro arraigo afectivo se vio marcado por un padre dictatorial, punitivo, y acusatorio, y una madre que se convirtió toda su vida en una víctima. Su objetivo educativo, no era otro que encontrar siempre un culpable a su fracaso como padre, como persona, y por ende, sus vidas eran una amargura, no eran felices.
He visto muchos “padres clonadores”, que quieren clonar a sus hijos, con el deseo de ver una nueva prolongación de sí mismos y una recompensa a su fracasada vida, mi padre era uno de ellos. Como Franz Kafka, opinaba: “Los padres que esperan gratitud de sus hijos (algunos insisten en ello) son como usureros que sólo arriesgan su capital si reciben un alto interés por ello”, reflexión que comparto plenamente, ya que lo he vivido en mis propias carnes.
En definitiva, el hogar formado por este tipo de padres, es un verdadero infierno, los hijos viven en un ambiente de crítica permanente, todos se culpan, y corren el riesgo de que cuando se hacen adultos mimeticen el comportamiento de los padres.
Por mi propia experiencia personal, y otras muchas experiencias tanto personales como profesionales que he vivido, tengo que lanzar una petición, desde la humildad por mi parte:
Formulo a los padres, por favor no hagáis comparaciones con vuestros hijos, entre ellos y/o con los otros niños o adolescentes, porque estaréis alimentando la comparación insana que favorece la falta de confianza y autoestima en vuestros hijos. El coste psicológico y emocional os va a resultar muy, muy caro, en vosotros y con muy altas probabilidades, en algunos de vuestros hijos.
Y, además y añado, que lo estoy viviendo permanentemente en los talleres que realizo, en las sesiones de coaching personales, en los trabajos en las empresas, se repite el mismo patrón, personas que en su arraigo afectivo, en la infancia, en la adolescencia, en la familia han sufrido la falta de escucha, de cariño, de respetar las diferencias entre los hermanos, queriendo en multitud de ocasiones, los padres, “clonar” a su imagen y semejanza, a sus hijos satisfaciendo sus propias frustraciones, etc…
Si encima sumamos, la escuela, las normas sociales y culturales del territorio donde se han “criado”, a todos estos factores tenemos que añadir los condicionantes materialistas de una sociedad donde se han transmitido la importancia de la fama, el dinero, el éxito sin fundamento, sin valores, sin esfuerzo, sin paciencia, sin perseverancia, los resultados son tristes y dolorosos. El sufrimiento está servido.
Por todo ello, mi propósito que vivo con plenitud y convicción es:
“Contribuir con mi Profesión/Vocación a facilitar espacios vivenciales de bienestar y paz. Espacios donde las personas compartan valores, propósitos y sueños. Espacios donde poder compartir conocimientos y habilidades para que las personas se sientan libres, aprendan y crezcan como personas y como profesionales”
Conclusión:
Hay dos palabras que marcan la esencia para no caer ni en la comparación ni en la competencia malsana: Aceptación y Valores.
Aceptarnos tal como somos, porque somos únicos, distintos y singulares.
Aceptar que siempre van a existir personas con mejor preparación y cualificación y eso no debe ser una razón para desconfiar de nuestro propio potencial.
Valores, estamos en una nueva etapa en la evolución humana, donde prevalecerá la cultura del SER a la cultura del Tener. Una humanización en las organizaciones, donde los trabajadores son personas, y habrá que ofrecerles oportunidades con el valor de la confianza.
La clave es siempre mirar hacia nuestro interior. Es decir, aprender y descubrir quiénes somos.
¡Lánzate al aprendizaje! el aprendizaje en la vida familiar y empresarial. Invierte en formación, sé un aprendiz insaciable
A vivir sin compararnos, sin competir para ser mejor que los otros. A vivir sin criticar, sin buscar culpables, sin quejarnos como forma de vida. A vivir sin tener celos, sin tener envidia, sin resentimientos, sin resignaciones.
“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos. Es nuestra luz, y no la oscuridad, lo que más nos asusta. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, talentoso, precioso? En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?” (Marianne Williamson)
¡Preguntas para la conversación interna! ¡Comparte tus comentarios!
¿Quién dijo que deberías hacerlo perfecto? ¿Para qué quieres adquirir esa perfección? ¿Qué lograrías si la desarrollas? ¿Necesitas modificar tus estándares de aprendizaje? ¿Has conocido padres “clonadores”? ¿En tu vida personal has sentido la envidia? ¿Y, en tu trabajo? ¿Observas comparaciones en tus amigos? ¿Te has sentido maltratado alguna vez por la envida de un ser querido? ¿Lo has superado? ¿Has estudiado lo que has querido? ¿O te has sentido influenciado por tus padres? ¿Puedes definir la envidia?
¡Espero encantado vuestros comentarios! Tengamos buenas Conversaciones, La Conversación es Aprendizaje. ¡Gracias!