Según la Real Academia Española (RAE), la ambición es el deseo de obtener poder, riquezas o fama. El término procede del latín ambitĭo y puede utilizarse de manera positiva o con sentido negativo.
La palabra ambición suscita sensibilidades contradictorias. Por una parte, se asocia a algo negativo, que genera rechazo. Frases como “el que pisotea a alguien para ascender”, “hace lo que haga falta para tener el poder”, y multitud de frases que podríamos aportar.
Este tipo de ambición es negativa, tóxica. Por encima de todo lo que desean es el poder y el éxito. En mi experiencia profesional, he convivido con perfiles de personas con dichas características y que les denomino “el pavo real”.
Es uno de los personajes que más daño hacen en las organizaciones, son generadores de células malignas, con actitudes dañinas de criticar, quejarse, comparar, competir y enfrentarse, lo que provocan el cáncer metastásicos de empresas y organizaciones.
Son muy peligrosos, porque se muestran con una serenidad y seguridad aparente, pero es un vil engaño, su egoísmo solo le lleva a pensar en sí mismo, en ser y aparentar saber más que nadie.
Apoyándome en la Teoría de proyección de la sombra, de Carl Gustav Jung, psicólogo y médico psiquiatra suizo, la ambición tien su luz, la ambición nutritiva – positiva. A mí personalmente, me gusta denominarla Ambición Ética.
Es absolutamente necesario que las empresas tengan ambición ética.
Este tipo de ambición es nutritiva. ¿Por qué?
- Porque genera deseos legítimos de mejora continúa y desarrollo personal.
- Porque alimenta en las personas de la organización, la proactividad.
- Porque engendramos personas PMC – personas con mentalidad de crecimiento –
- Porque es el disolvente de la Resignación, para poder tener futuro.
- Porque se vive en una armonía de autenticidad, base para desarrollar equipos de Alto Rendimiento.
- Porque la Ambición ética nutre a los verdaderos Líderes.
- Porque la ambición ética es la semilla de la iniciativa, la imaginación, el aprendizaje y la excelencia.
Pero, ¿qué ocurre en las empresas familiares?
En todos mis años de experiencia profesional, “he visto de todo”. He convivido los dos tipos de ambición, dependiendo del tipo de cultura de la organización y de sus propias historias familiares y empresariales.
Nuestros padres, en general, mi padre fue empresario, vivieron la época de la postguerra, tempos difíciles, con necesidades básicas que cubrir y a base de mucho esfuerzo y trabajo crearon y desarrollaron empresas. Esto explica, en parte la ambición desmesurada que tenían de alcanzar el éxito, alimentaron su “ego” y se convirtieron en esclavos de su propia
ambición tóxica.
Viene la siguiente generación, y sufren esa, a veces, inconsciente necesidad desmedida de sentirse superior y atesorar riquezas, por la presión heredada de ser mejores y tener éxito. En ocasiones generan una enfermedad, la atiquifobia (lo trataremos más adelante en el abecedario).
Todas estas razones desembocan en una etapa del ser humano, que desde el prisma de la Psicología, denominamos Proyecto Egótico. Un Proyecto Egótico, es un proyecto de vida basado en una comprensión ilusoria y muy limitada de la existencia, sustentada en un materialismo feroz de tener y acaparar bienes materiales.
Toda su vida es un Proyecto Egótico, es decir, un ser no espiritual, una identidad vacía, un sin sentido del significado de su existencia, con manifiestas carencias afectivas – emocionales, toda su vida gira alrededor de lo material, de Tener y no Ser.
Estas son las raíces de la preponderancia de la ambición tóxica y negativa, en los propietarios de las empresas familiares.
Pero llega la dura crisis del 2007. Crisis profunda y duradera. Cuando “desaparecen” estas “riquezas materiales” provocadas por quiebres económicos, por la decepción con instituciones políticas, sociales o religiosas, y muchas otras experiencias dolorosas o desconcertantes, llevan
al ego a la dura conclusión, de que su proyecto de triunfo era ilusorio, y de que nadie gana a la existencia.
Entonces aparece el ego quebrado, que siente que la vida lo venció y sólo puede sostenerse mediante alguna forma de adicción, en unos casos; en otros surge la “ayuda” de ciertas Asociaciones Empresariales de facilitarles una ayuda externa profesional a los propietarios para afrontar la dura situación.
Es el momento de establecer prioridades y de tomar una decisión importante en sus vidas: ¿Trabajar y trabajar hasta el agotamiento y el estrés? ¿Más dinero, más coches, más propiedades, más problemas, más agobios, más nerviosismo? ¿Menos tiempo, menos comunicación y diálogo entre la pareja, con los hijos?
Y es cuando aparece la reflexión, de aceptar que la verdadera crisis es tomar la decisión de enfrentarse al desafío de descubrir “¿quiénes somos? y ¿qué es lo que realmente queremos en la vida?”
Y aparece el descubrimiento: “la ambición, ambición ética” de encontrar la verdadera riqueza, y precisamente se encuentra en nuestro interior, ese es nuestro tesoro. Es la cronología de lo que he trabajado en estos años en las empresas familiares, una evolución hacia otra visión del significado de trabajo, de empresa, de empresa familiar. Una clara reflexión de necesidad de cambio, de visualizar y tener la convicción de que la Ambición ética es necesaria
y positiva para el bienestar y la rentabilidad de las empresas, especialmente, de las familiares.
Experiencias vividas, casos de éxito:
“Empresa familiar compuesto por dos puntos de venta y 10 empleados. El padre debe tomar una compleja decisión, elegir la gerencia entre un hijo o una hija. Elige al hijo. Se empieza un proyecto de estructuración y desarrollo de la empresa. Se hace la presentación pública del proyecto a todas las personas que integran incluido el padre. En un momento de la
presentación, un empleado interrumpe y manifiesta: Todo eso es teoría…
En ese momento el padre, de 69 años y fundador de la empresa, me solicita intervenir, a lo cual evidentemente accedo. Hizo la siguiente pregunta: ¿Sabéis la diferencia que existe entre la teoría y la práctica? Silencio…Respuesta: Una palabra marca la diferencia, cojones. Menuda lección.
Aquí en esta empresa descubrí el personaje del Pavo Real. La misma persona que realizo la interrupción, ex – yerno y el segundo empleado que más cobraba de la empresa, “vendiéndose” lo bueno que era, criticando la ineficacia de los demás, metiendo malos rollos para poner barreras al proyecto para protegerse de su “posición”, hasta que descubrí, lo vago que era, trabajo real de 2 horas al día, incapacidad manifiesta para realizar su trabajo, más por actitud que por querer aprender. Al cabo de 4 meses de iniciarse el proyecto, se le despidió”.
Conclusión:
En las empresas familiares tiene una gran influencia las dos dimensiones del “arraigo afectivo”: Los Patrones y dinámicas familiares, y los mandatos recibidos en la infancia. Construyen los arquetipos característicos de las segundas generaciones.
En función de dichos Patrones, surgen la Ambición Tóxica o por el contrario la Ambición Ética. En una misma familia con los mismos Patrones, pueden coexistir ambas ambiciones, porque la variable genética tiene su influencia.
En la vida se gana o se aprende. Todo es una simple elección de Actitud, porque esa es nuestra responsabilidad. ¿Ambición Ética – Nutritiva o Ambición Toxica?, somos libres para elegir.
R = R x O
Esta ecuación es muy significativa, viene a decir, que los Resultados son directamente proporcionales a la calidad de las Relaciones, multiplicado exponencialmente por la Optitud, que significa la opción de elegir la Actitud Positiva, tanto en la vida profesional como Personal.
Preguntaros, ¿qué ambición es la adecuada para generar mejores resultados?
Para finalizar decir que, percibo una lenta, pero ligera inclinación hacia la Cultura del Ser, con un liderazgo sustentado en la Ambición Ética, pero queda mucho por hacer, y esto no es negativo, todo lo contrario, es una oportunidad y un reto para ayudar a las empresas familiares a ser un referencia en el sistema social y empresarial.
«El hombre es de naturaleza un animal orgulloso que ama por encima de todo el soplo de la fama que acaricia su vanidad y lo adula con la admiración de sí mismo» (R. Blackore)